Pocas maravillas naturales son tan hipnóticas como la Gran Fuente Prismática de Yellowstone, con sus anillos concéntricos de colores que parecen salidos de otro planeta. Estos tonos intensos se deben a las bacterias termófilas que prosperan en las aguas ricas en minerales. A medida que cambia la temperatura, también lo hace el tipo de bacterias que puede sobrevivir allí, y con ellas, sus colores: del azul más intenso en el centro hirviente, al amarillo, naranja y rojo hacia los márgenes.
En las zonas periféricas, donde el agua se va enfriando, las cianobacterias fotosintéticas desarrollan su actividad. Estas adaptan sus pigmentos para absorber distintos tipos de luz, lo que da lugar a esa paleta de colores cambiante. Así, lo que parece una obra de arte abstracta desde el aire es, en realidad, un ecosistema microscópico que convierte la energía solar en un espectáculo visual. En la zona central, en cambio, el agua está demasiado caliente para que sobrevivan.